Es la velada del Día de Acción de Gracias en el noroeste de Estados Unidos: hace un frío que pela afuera, la familia o los amigos que invitaste ya se han ido, y has cenado tanto que no hay quien te mueva del sofá. ¿A qué te dedicas después de tanto pavo y pumpkin pie?
Si no te gusta el fútbol americano, y presientes que no aguantarás despierto toda una película, buscarás engancharte a algún capítulo de una serie norteamericana. Piensas que por ser jueves, el día que la NBC bautizó como Must See Thursdays, la oferta será tan apetitosa como la cena que te acabas de zampar.
Te enchufas a How To Get Away from Murder de la ABC, una de las series más publicitadas de la temporada otoñal. La excepcional Viola Davis está guapísima y parece satisfecha tras un interrogatorio favorable al hombre que defiende de haber asesinado a su esposa. Una satisfacción que durará los segundos en que se levanta la fiscal esgrimiendo una nueva prueba: la primera mujer del acusado no murió de accidente, sino asesinada con el mismo cuchillo que la segunda. Davis mira a su cliente con la misma expresión que se te ha puesto a ti viendo la tele: con cara de mala leche.
Y es que esta historia no la has visto una, sino mil veces: The Good Wife, The Practice, incluso Ally McBeal han usado ya la trama del excéntrico y misterioso asesino que logra zafarse de la cárcel por las tretas de una astuta abogada. Un argumento que suele desarrollarse como el deslizar de una serpiente, con twists and turns que mantienen tu atención hasta el final del episodio pero que, al día siguiente, son completamente inmemorables.
Entonces haces lo que has hecho tantas veces (y que ahora te arrepientes de no haber hecho desde un principio): te metes a Netflix y te pones a ver un episodio de una serie británica. No es necesario ni siquiera que sea una serie de la BBC; esta noche te toca la segunda temporada de The Bletchley Circle, producida en el Reino Unido por ITV y estrenada en Estados Unidos por PBS.
Y empieza el espectáculo. Esto no lo has visto antes: cuatro mujeres que descodificaban mensajes secretos de los Nazis durante la Segunda Guerra Mundial deciden juntarse diez años después para resolver un crimen que no ha logrado descifrar la policía. Las mujeres no son especialmente guapas, valientes o brillantes: viven existencias mundanas como secretarias, bibliotecarias o amas de casa.
Son las tres de la madrugada y te preguntas por qué has visto, de una sola sentada, los cuatro capítulos de la segunda temporada de estas heroínas por accidente. Claro que te gustan la sofisticación de los acentos británicos y la exquisita ambientación de los años 50. Recuerdas que tu reciente affaire con las series británicas comenzó con Downton Abbey, y que has seguido prendido con series como The Fall, Luther y Last Tango en Hallifax. Y es entonces cuando caes en la cuenta de lo que las hace irresistibles:
1. Las complejas aristas de los personajes. Olvídate de los ¨buenos¨ y los ¨malos¨. Las buenas historias tienen protagonistas como nosotros mismos: multidimensionales y enfrentados a dilemas éticos y morales en situaciones ordinarias. Por ejemplo Susan, la lideresa en The Bletchley Circle, es una mujer que se debate constantemente entre ser una devota madre y esposa con su deseo de independencia y de impartir justicia. O el complejo detective que Idris Elba encarna en Luther, tan noble como atormentado, nos recuerda que la vida real se desenvuelve en algún lugar entre el blanco y el negro, en el plano de los grises. No solo te intrigan la evolución y decisiones de estos personajes. Te identificas con ellos.
2. Las metáforas en el diseño de la producción. La fotografía, decorados y puesta en escena de muchas series británicas, además de proveer una ambientación adecuada a la trama, son una extensión del mundo interior de los personajes. En The Bletchley Circle, los claroscuros que envuelven muchas de las escenas hacen eco de la clandestinidad de las pesquisas de estas mujeres, así como del mundo perverso que investigan. La cámara guarda cierta distancia de los personajes, como si nosotros mismos fuéramos espías de la acción, en contraste con los planos cortos y cerrados de los protagonistas en las series americanas. La casa siempre en sombras de Susan es símbolo de la opresión que siente en su vida familiar, los cielos y calles grises de Luther enmarcan el espíritu de un personaje con muchos demonios, y el castillo en Downton Abbey se alza desafiante como emblema de la tradición en un mundo cambiante.
3. Los formatos cortos en beneficio de la historia. Desde hace tiempo, las series británicas han desafiado los cánones impuestos por las series norteamericanas de contar con al menos 12 episodios por temporada. Las historias se desenvuelven en formatos más cortos, favoreciendo la mini-serie de 4 a 6 capítulos, ajenas a las exigencias de las parrillas de programación. Luther, por ejemplo, se desarrolló en 6 capítulos durante la primera temporada, y se decantó por tan solo 4 en sus dos próximas entregas. Incluso la serie dramática Downton Abbey tan solo produce 8 episodios y un especial cada temporada. Estos formatos más cortos no solo benefician el desarrollo natural de las historias, sino que además no requieren tanta atención sostenida del espectador.
Es cierto, además, que la mayoría de los excepcionales actores de las series Made in the UK tienen formación en teatro clásico, y que los cuidados estándares de producción, sobre todo en los dramas históricos, crearon escuela en los años 70 con series como I Claudius, Upstairs Downstairs o Brideshead Revisited.
Así que, con un largo fin de semana a la vista, lo tienes muy claro ¿quién se apunta a Fleming, Broadchurch, SouthCliffe o In the Flesh?
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