El pasado se le figuró a Mallarino como una criatura acuosa de contornos imprecisos, una suerte de ameba engañosa y deshonesta que no se puede investigar, pues, al volver a buscarla en el microscopio, nos encontramos con que ya no está, y sospechamos que se ha ido, y comprendemos enseguida que ha cambiado de forma y resulta imposible reconocerla.
Un dilema moral que amenaza con tambalear la carrera de un consagrado caricaturista. Una imagen pública que moldean los medios de comunicación y los líderes de opinión. Un pasado que nos persigue como una sombra, y cuya memoria no podría ser más frágil.
Acabo de devorarme Las Reputaciones, la última novela del escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973), que ha sido galardonada con el premio Real Academia Española (RAE) el mes pasado.
Vásquez, a quien muchos descubrimos con la soberbia El Ruido de las Cosas al Caer, pertenece a una nueva generación de escritores latinoamericanos que, si bien es difícil de retratar, poco tiene que ver con sus «abuelos» literarios del «boom» como Gabriel García Márquez o Julio Cortázar. Atrás quedan las grandes epopeyas del realismo mágico o los experimentos literarios; Las Reputaciones explora temas universales, con una prosa decididamente realista, sobria en ambientación y personajes, y una estructura de corte clásico, en tres actos.
En la novela, Javier Mallarino es un caricaturista político de gran influencia en Bogotá que, durante una misma noche, recibe un premio por su meritoria carrera profesional y la visita de una inquietante mujer. Durante el encuentro, ambos se remontarán al recuerdo de una fatídica noche 28 años atrás, un viaje al pasado que sacudirá sus vidas.
En declaraciones a El País, Vásquez decía lo siguiente sobre la novela:
“Las novelas son más inteligentes que sus escritores y yo empecé a escribir una novela sobre la fragilidad de nuestra imagen pública y nuestra reputación pero acabé regresando a una reflexión sobre la fragilidad de nuestro pasado, sobre el mito del pasado. Hacernos mayores es darnos cuenta de que es mentira la certeza que tenemos sobre nuestros recuerdos, que la memoria se puede modificar, que el simple descubrimiento de una carta puede cambiar todo nuestro relato”.
Un pasado individual que, en grandes novelas como las de Vásquez, puede extrapolarse a un pasado colectivo: la memoria de un país como Colombia. Un pasado que acecha a Mallarino pero que, en vez de convertirse en un lastre, se convierte en una oportunidad de redención.
Para un tribu indígena de Paraguay, o quizás era de Bolivia, el pasado es lo que está delante de nosotros, porque podemos verlo y conocerlo, y el futuro, en cambio, es lo que está detrás: lo que no vemos ni podemos conocer. El meteorito siempre viene por la espalda, no lo vemos, no podemos verlo. Hay que verlo, verlo venir, y hacerse a un lado. Hay que ponerse de cara al futuro. Es muy pobre la memoria que sólo funciona hacia atrás.
¿Y de qué manera sorteará Mallarino ese futuro? Tendrás que leer la novela para ver cómo tomará las riendas de su destino. 140 páginas sin gota de desperdicio.
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