Por muy racional que seas, la mayoría de tus decisiones tienen un componente puramente emocional. Si, por ejemplo, estás pagando la suscripción a un gimnasio y no has pisado en él durante meses, estás dejando que la desgana u otras razones de naturaleza psicológica se impongan ante la decisión racional de amortizar tu inversión. La misma contradicción la vive una persona que sabe que debería dejar de fumar para mejorar su salud y el estado de su bolsillo, o la persona que compra de manera compulsiva en Internet cuando sabe que su cuenta bancaria se encuentra en números rojos.
A priori, estas decisiones parecen no tener una repercusión más allá del ámbito personal o familiar. Sin embargo, a largo plazo, es probable que un fumador sea más propenso a enfermedades como el cáncer, con la repercusión económica que esa enfermedad puede tener para su empleador o para el sistema de salud que lo tiene que tratar.
Los mecanismos que rigen nuestro comportamiento se han convertido en punto de atención para los formuladores de políticas públicas, a tal punto que ha surgido una nueva rama de la economía para su estudio, la llamada economía del comportamiento.
Richard H. Thaler, Premio Nobel de Economía de 2017, ha sido uno de los pioneros en estudiar cómo nuestro estado psicológico afecta de manera sistemática a nuestras decisiones económicas. Los economistas como Thaler están fascinados en encontrar esos incentivos que nos mueven a actuar de una manera u otra.
Cinco Pasos para el Cambio de Comportamiento
La realidad, sin embargo, es que el cambio de comportamiento es un proceso más que una acción que tomamos de la noche a la mañana. Y como todo proceso, la mayoría de nosotros pasamos por varias fases intermedias antes de adoptar una nueva forma de actuar.
Conocimiento.En esta etapa, también llamada de “precontemplación”, la persona no tiene aún intención de cambiar en el lapso de los próximos seis meses, si bien está adquiriendo información sobre las consecuencias a corto, mediano y largo plazo de su comportamiento. Estas personas tal vez fracasaron en un intento previo de cambiar y están desmoralizados, y se encuentran a la defensiva por las presiones sociales de cambiar, por lo que no están ni interesados ni motivados a realizar cambios en su conducta.
Aprobación. En la etapa también denominada de “contemplación”, la persona es consciente de que debe cambiar su conducta en el corto o mediano plazo, pero aún no asume el compromiso específico para actuar en ese sentido. Está informada y mentalizada de la necesidad de cambiar algún día. Es la persona que dice “tengo que dejar de fumar” pero no se plantea ninguna acción o paso concreto en ese sentido.
Intención. La etapa de intención o preparación es aquella en la que la persona asume el compromiso de cambiar, tomando pequeñas acciones en esa dirección. Por ejemplo, la persona que quiere dejar de fumar, compra un parche anti-tabaco con la intención de usarlo en los próximos 30 días. Esta persona, de hecho, ya tiene un plan concreto para efectuar el cambio, además de una conciencia muy definida sobre las ventajas de cambiar su comportamiento.
Práctica. La práctica o acción es la etapa en la que se materializa el cambio de comportamiento en un período que abarca entre uno y seis meses. Es aquella persona que se aplica el parche de nicotina y deja de consumir y comprar tabaco, con la esperanza de no recaer y de lograr mantener su cambio de conducta. Durante esta etapa la persona demuestra un alto nivel de autoeficacia y empoderamiento, si bien es aún susceptible a revertir al antiguo patrón de comportamiento.
Abogacía. Una vez que se logra mantener un determinado comportamiento por más de seis meses, disminuyen altamente las probabilidades de relapso. La persona siente la confianza necesaria para compartir sus logros e incluso se siente empoderada para abogar por el mismo cambio de comportamiento en otros. “Si yo he logrado dejar de fumar, tú también puedes hacerlo” es el discurso que podría llegar a adoptar aquel ex-fumador que ya no siente ninguna tentación y cuyas probabilidades de relapso son muy bajas.
La comunicación puede jugar un rol crítico en impulsar la transición por los cinco pasos para el cambio de comportamiento. Si bien nuestras decisiones se rigen por los entresijos de nuestra mente, tácticas de comunicación como el marketing social,la comunicación interpersonal, o la comunicación a través de medios masivos pueden ayudarnos a mover la aguja de nuestra conducta. Esa persona que quiere dejar de fumar puede sentirse motivada a dar algún paso entre fases por las palabras de apoyo de un exfumador amigo, o por una campaña antitabaco impactante que haya visto en Internet.
La economía del comportamiento también estudia aquellos incentivos que pueden motivarnos a movernos entre estos cinco pasos para el cambio de comportamiento, con especial enfoque en los más innovadores. Un amigo mío que no había hecho deporte por meses, por ejemplo, recientemente comenzó a visitar el gimnasio con regularidad cuando le ofrecieron la posibilidad de trabajar con un entrenador personal de forma gratuita durante un mes. A veces un incentivo, aunque suponga de entrada un gasto, puede traducirse en provechosos beneficios personales y para el bien común a largo plazo.
No solo nos gusta contar historias, sino también vivirlas.
Como las que contaban los abuelos, o la de esa gran novela que leíste; vivirlas es imaginarlas, sentirlas.
Porque contar buenas historias en cualquier medio creativo o corporativo es un arte que nos apasiona, te damos la bienvenida.
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