Lo confieso: durante muchos años dejé de ver cine español. Cada vez que lo intentaba, recordaba porqué había dejado de hacerlo; ante patochadas como la saga Torrente, o los ciento y mil dramas ambientados en la guerra civil española, la mayoría de los títulos que España produjo hasta principios de esta década me parecieron insustanciales, poco originales, y en el peor de los casos, aburridos, melodramáticos y de mal gusto.
Es como si durante años estuviéramos atrapados en las películas casposas de la época del destape, la de esas cintas que protagonizaban Fernando Esteso y Andrés Pajares en los años 60, y que ni siquiera el paso de los años han podido revestir de patina vintage (por mucho que lo hayan intentado espacios televisivos proclives a la nostalgia como Cine de Barrio en España). Mientras la Italia de Antonioni o la Francia de Truffaut producían obras maestras, nuestro cine era muy malo, a excepción de alguna obra suelta de Luis Buñuel, Víctor Erice (aún recuerdo el impacto que El Sur tuvo en mi infancia) o Carlos Saura.
No fue hasta la aparición de José Luis Garci en los 80, Pedro Almodóvar en los 90, y Alejandro Amenábar en los 2000, que nuestro cine comenzó a ganar personalidad, con marcados puntos de vista y proyección internacional. Pero incluso el empujón de estos autores no ha logrado crear la percepción de que nuestro cine pertenece al club de los mejores, y el séptimo arte español no es ni cine de culto ni fenómeno de masas.
Las buenas noticias son que, en los últimos años, hemos visto indicios de cambio. En España solamente, el cine nacional superó en 2016, por tercer año consecutivo, la barrera de los 100 millones de euros de recaudación en taquilla, y la cuota de pantalla rozó el 20%, algo inusitado en años anteriores. Esto fue posible a una oferta variada e inteligente de dramas, thrillers y comedias con personalidad propia, guiones refrescantes y unos estándares de producción que muy poco tienen que envidiar al resto del cine europeo y norteamericano.
Para los que vivimos fuera de España, es gratificante encontrar algunos de los mejores exponentes de este nuevo cine español en plataformas como Netflix. Si aún no te ha picado el gusanillo del cine Made in Spain, te dejo con las reseñas y los tráilers de algunos de los títulos que más me han gustado en años recientes.
Contratiempo (The Invisible Guest). No soy especial fan de Mario Casas (me parece un actor de limitados registros), pero he de admitir que es el perfecto protagonista para este entretenidísimo thriller dirigido con brío y estilo por Oriol Paulo. Es cierto que la trama, que cuenta la historia de un empresario que está preparando su testimonio en un juicio para exculparse de un asesinato, puede resultar un poco enredada hacia el final de la película, pero la edición es tan vibrante que te mantendrá pegado a la silla hasta el último plano. La cinematografía noir es fantástica, y la contenida interpretación de los dos personajes secundarios, José Coronado y Ana Wagener, colosal. En algunos momentos, la película me recordó al cine del inquietante David Lynch.
Palmeras en la Nieve (Palm Trees in the Snow). Mario Casas repite como protagonista de esta película basada en una novela romántica de Luz Gabán y ambientada en la colonia de España en Guinea Ecuatorial. La película no deja de ser un culebrón melodramático – el personaje de Casas vive un amor imposible con una bella nativa – pero el mérito de esta cinta radica en la calidad técnica de su cinematografía, vestuario, maquillaje, música y diseño de producción. Viendo Palmeras en la Nieve no pude dejar de pensar que nuestro cine poco tiene que envidiar a las grandes super-producciones de Hollywood con trasfondos históricos. El resultado final es comercial, pero Fernando González Molina, el director de la cinta, consigue combinar los elementos históricos con la emoción de una historia de amor.
La Isla Mínima (Marshland). Esta película, dirigida con por Alberto Rodríguez Librero, no es fácil de ver. La tensión crece en cada plano, según avanza la investigación policial del asesinato de dos chicas jóvenes en un pequeño pueblo andaluz durante la década de los 80. Las marismas del Río Guadalquivir sirven de metáfora para el vacío sórdido y las preguntas sin respuesta que plagan las pesquisas de detectives interpretados por Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez. La excelente dirección y producción crean un clima asfixiante e hipnotizante que convierten a esta película en una pequeña obra de arte en el género. En 2015 La Isla Mínima ganó 10 Premios Goyas, los Oscar españoles, incluyendo el galardón de mejor película.
El Hombre de las Mil Caras (Smoke & Mirrors). Si bien la trama de esta película es predecible, pocas películas han reflejado mejor las noticias relacionadas con la corrupción política de los últimos años en España. Alberto Rodríguez Librero vuelve a la dirección de una historia que recuerda a las buenas cintas de espionaje. Francisco Paesa (Eduard Fernández), ex agente secreto del gobierno español y responsable de la operación contra ETA más importante de la historia, se ve envuelto en un caso de extorsión y tiene que huir del país. Cuando regresa arruinado al cabo de los años, recibe la visita de Luis Roldán (Carlos Santos), ex Director General de la Guardia Civil, y de su mujer Nieves Fernández Puerto (Marta Etura), quienes le ofrecen un millón de dólares por ayudarles a salvar 1.500 millones de pesetas sustraídos de las arcas públicas. La película, narrada por un compinche de Paesa (de nuevo el incombustible José Coronado), atrapa al espectador con un ritmo trepidante y una narrativa eficaz llena de inventiva.
Tarde para la Ira (The Fury of a Patient Man). La ópera prima de Raúl Arévalo como director se hace eco de la sordidez de La Isla Mínima pero se desenvuelve de una manera mucho más cruda y violenta, sin estilismo. Este thriller, protagonizado por Antonio de la Torre, cuenta la historia de Curro, un hombre que estuvo encarcelado por el robo a una joyería y que, una vez fuera, tiene ganas de venganza. La película acaparó los Goya de este año como mejor película, dirección novel, mejor guión original y mejor actor de reparto (Manolo Solo). La película depara alguna que otra sorpresa y es una combinación de muchos géneros (costumbrismo, cine negro, road movie) que la convierten en una original obra de autor. Pero cuidado, puede herir tu sensibilidad, y como dicen en inglés, it´s not suitable for the faint of heart (no apta para los débiles de corazón).
Estos ejemplos del cine español reciente son muestra de que algo está cambiando en la industria, a medida que comienzan a proliferar voces originales con un distintivo sello personal. Este año, sin embargo, solo una película española parece estar batiendo records de taquilla, y no es precisamente una favorita de la crítica. Es por tu Bien, una película original de Telecinco Cinema, es una comedia protagonizada por José Coronado (¡sorpresa!), Javier Cámara y Roberto Álamo. Esperemos que nuestro apetito por comedias fáciles no apague la vena creativa del cine español, con lo que nos ha costado.
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