Cuando entablas una conversación con alguien, es fácil ser tú mismo. Tu interlocutor no te reprochará que hables rápido, que subas o bajes la voz, o que establezcas más o menos contacto visual. Las distancias cortas disculpan errores de dicción y de semántica, en la medida que quien te escucha pueda interpretar el significado de tu lenguaje corporal y de tus palabras.
Dar una presentación, sin embargo, exige mucho más de ti. No es un acto espontáneo ni una situación natural. Por muy relajado que sea el entorno, las reglas de juego son distintas y denotan una cierta formalidad. Por lo general, te enfrentarás a tu audiencia de pie, y hablarás sin interrupciones durante un periodo de tiempo para exponer tus ideas y argumentos.
En una conversación, tú escoges cuándo participar o no. En una presentación, la audiencia espera que estés preparado para hablar durante varios minutos sin interrupción, con oraciones bien construidas y seguridad en la voz.
En una conversación suele importar más lo que dices. En una presentación importa mucho cómo lo expresas.
Los mejores oradores dedican tanto o más tiempo a ensayar la entrega de un discurso o presentación que a la preparación de su contenido. En este blog, hemos examinado algunas técnicas de persuasión y de comunicación política que distinguen a los buenos presentadores, pero también existen algunas herramientas del mundo del teatro que pueden ayudarte a triunfar ante tu público. Al fin y al cabo, tu presentación corporativa guarda más elementos en común con una representación teatral que los que puedas imaginar.
Proyecta la Voz. Cuando das una presentación, es importante que te escuche tanto la persona en la primera como en la última fila. No es cuestión de gritar, sino de modular la voz y de asumir control del espacio. Tu voz también cobrará intensidad si realizas ejercicios de respiración abdominal, es decir, esa respiración profunda que lleve oxígeno a la parte baja de los pulmones. Muchos actores realizan estos ejercicios antes de salir al escenario, no solo para lograr más timbre en la voz, sino también para activar la respuesta de relajación del organismo. Proyectarás mejor la voz y, de paso, controlarás la ansiedad.
Aprende a Improvisar. Si te quedas en blanco en medio de una presentación, debes de tener la suficiente capacidad de reacción para no perder el interés de tu público. Los buenos actores, ante una situación imprevista o un lapsus mental, son tan diestros en improvisar diálogo que el desliz pasa desapercibido para el público. En tu caso, como te encuentras solo, evita las pausas largas e incómodas en lo que logras retomar el curso del discurso, y no tengas miedo de verbalizar que has perdido el hilo de tus ideas con un chiste o comentario espontáneo. Quedarte en blanco, al fin y al cabo, es un síntoma de ansiedad, y no hay mejor estrategia que salir del percance sin dramatismos y con naturalidad. Yo, por ejemplo, la última vez que me bloqueé, dije: “¿Y por qué les estaba yo contando esto? Ay, ¡que se me ha ido el santo al cielo!”, lo cual provocó risas entre mi público, me relajó, y me permitió poner en orden de nuevo mis pensamientos.
Desarrolla tu Expresividad. Puedes estar muy preparado para dar una presentación, pero si tu expresión facial es siempre la misma, o si tu discurso mantiene un tono neutral y sin cadencias, tu público se aburrirá y no te escuchará. Piensa que tu voz, tu rostro y tus manos son herramientas que te pueden ayudar a enfatizar puntos y a crear tensión en los momentos clave de tu discurso. Aprende la diferencia entre ser expresivo y ser pedante – no gesticules demasiado, pero practica registros faciales distintos para presentarte de manera accesible y convincente. Usa pausas para crear expectación y practica los toques de humor o anécdotas divertidas que darán chispa a tu presentación (tu público no apreciará si intentas ser gracioso y fracasas en el intento). Y no confíes únicamente en tu opinión: cuando practiques tu presentación, hazlo con alguien que te pueda dar consejos sinceros sobre cómo puedes mejorar la expresividad de tu lenguaje verbal y corporal.
Ensaya para ser Creíble. Los buenos actores no solamente memorizan textos, sino que los interpretan para dar una personalidad y vida propias a sus personajes. A fin de resultar creíbles, pasan horas ensayando; lo que a ojos del público parece natural y espontáneo, ha conllevado horas de preparación y ensayos. De igual manera, cuando das una presentación, tu nivel de seguridad y capacidad de persuasión serán directamente proporcionales al tiempo que dediques a ensayar. En una presentación, sin embargo, no te aconsejo que memorices palabra por palabra lo que vas a decir, para que tu discurso no suene acartonado. Ensaya la presentación un mínimo de siete veces, para que suenes natural y genuino. Con la práctica, cubrirás el contenido usando menos palabras y con más seguridad en ti mismo.
Te invito a que adoptes estos consejos del mundo del teatro para mejorar tus dotes como presentador, y que veas cómo otros presentadores los han puesto en práctica. Sin embargo, mientras que un actor interpreta un personaje, lo importante en una presentación es que tu audiencia sienta que estás siendo tú mismo. Para aprender más sobre técnicas teatrales que puedes usar en tus presentaciones, te invito a visitar el blog de Fermí Casado. Y recuerda, ¡nunca des una presentación que tú mismo no quieras escuchar!
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