En mi último artículo exploré la riqueza narrativa que aporta un multiverso donde nuestros protagonistas tienen vidas paralelas. Pero ¿y si la realidad es una sola pero tiene diversas versiones según la perspectiva del personaje que las cuenta?
La figura del narrador inconfiable es fascinante porque, a la vez de darnos a conocer una historia, podemos sumergirnos en su psicología, dejando entrever sus miedos, deseos y sí, también sus distorsiones. Así, este tipo de narrador pone de relieve la naturaleza subjetiva de la realidad, y cómo la percepción individual puede influir en la interpretación de los hechos.
Tomemos como ejemplo a la narradora de El amante, de Marguerite Duras (1984). Desde la vejez, la mujer recuerda el apasionado romance que vivió como adolescente con un comerciante chino adinerado y mayor que ella en la Indochina francesa.
Esta novela semiautobiográfica podría fácilmente interpretarse como una historia de abuso a una menor, pero la distancia con la que la narradora recuerda los hechos recibe una interpretación distinta, la del despertar del deseo femenino.
Así describe Duras el primer encuentro en la habitación de los amantes:
Está muy atenta al exterior de las cosas, a la luz, al estrépito de la ciudad en el que la habitación está inmersa. El tiembla. Al principio la mira como si esperara que hablara, pero no habla. Entonces, él tampoco se mueve, no la desnuda, dice que la ama con locura, lo dice muy quedo. Después se calla. Ella no le responde. Podría responder que no lo ama. No dice nada. De repente sabe, allí, en aquel momento, sabe que él no la conoce, que no la conocerá nunca, que no tiene los medios para conocer tanta perversidad. Ni de dar tantos y tantos rodeos para atraparla, nunca lo conseguirá.
Es improbable que una niña de quince años tenga tanta seguridad de saber que nunca se enamorará de su amante, o que el comerciante chino estuviera tan ciegamente enamorado de su conquista desde un principio. Pero esta narradora improbable empodera a su adolescente, a pesar de su inexperiencia en el sexo y el amor, para convertirla en la persona que lleva la batuta en el romance, con pleno conocimiento y rotundidad. De hecho, la narradora proporciona a la menor pensamientos y formas de actuar de una mujer madura.
En obras que exploran el pasado, la memoria puede fácilmente difuminarse, y los narradores inconfiables proyectan en sus recuerdos su estado mental y emocional actual. No siempre es fácil reconocer a estas historias con narradores inconfiables, ya que el lector tiene una tendencia a confiar en lo que se le presenta desde una sola perspectiva. Pero si el lector es consciente, la presencia del narrador poco fiable añade complejidad, riqueza y profundidad a una obra literaria.
Cuando la Realidad Depende del Punto de Vista
Es más fácil desconfiar de un narrador cuando aparecen varios narradores en la historia, y la misma historia se perfila desde sus distintos prejuicios, creencias y perspectivas.
Un ejemplo de una obra reciente donde varios narradores cuentan la misma historia desde distintos puntos de vista es la novela La chica del tren (2015) de Paula Hawkins, que se llevó al cine al año siguiente con Emily Bluntcomo protagonista En esta historia de suspense psicológico, la trama se desarrolla a través de los relatos de tres narradoras principales: Rachel, Anna y Megan.
Cada una de estas mujeres ofrece su propia perspectiva sobre los eventos que rodean la desaparición de Megan, una joven que Rachel observa desde el tren todos los días. Los narradores tienen diferentes conexiones con los personajes involucrados y diferentes motivaciones personales, lo que influye en cómo interpretan los hechos y en lo que revelan al lector/espectador.
A medida que la historia avanza, las versiones de los eventos presentadas por cada narradora se entrelazan y a menudo contradicen, lo que lleva al lector/espectador a cuestionar la fiabilidad de cada narrador y a reconstruir la verdad detrás de lo que realmente sucedió. Esto fomenta un enfoque más crítico y activo por parte del lector, quien debe interpretar y reconstruir la narrativa.
Cuando el Narrador Inconfiable es una Revelación
Por último, la revelación gradual de la falta de fiabilidad del narrador puede ser una herramienta efectiva para el desarrollo de la trama. Puede crear giros y sorpresas que mantienen a los lectores interesados y comprometidos.
Por ejemplo, El talento de Mr. Ripley (1955) de Patricia Highsmith (llevada al cine en 1999 y como serie de Netflix en 2024) es una historia de suspense psicológico en la que el protagonista, Tom Ripley, es un asesino que suplanta identidades para estafar a sus víctimas.
Tom Ripley es el narrador principal de la historia, y a medida que la trama avanza, el lector/espectador comienza a darse cuenta de que Ripley es un mentiroso consumado y un manipulador experto, lo que afecta profundamente la forma en que presenta la historia al público y a otros personajes.
La revelación gradual de la falta de fiabilidad de Ripley como narrador crea giros y sorpresas que mantienen a los lectores en vilo. A medida que se descubren sus verdaderas motivaciones y sus acciones se vuelven cada vez más desesperadas, el lector se ve obligado a reinterpretar los eventos pasados a la luz de esta nueva realidad. Esta tensión entre lo que Ripley dice y lo que realmente hace es esencial para el suspenso y la intriga que caracterizan a la novela.
Otros famosos narradores improbables incluyen al Narrador de Fight Club (interpretado por Edward Norton en 1999), cuya verdadera identidad es uno de los giros más icónicos de la película; Nick y Amy Dunne, los dos narradores principales de Gone Girl (2012), que presentan versiones contradictorias de su matrimonio y la desaparición de Amy; y Arthur Fleck, el protagonista de Joker (2019), cuyas alucinaciones hacen que sea difícil distinguir entre lo que es real y lo que es producto de su mente perturbada.
Estos ejemplos muestran cómo la utilización de narradores inconfiables puede añadir suspense y profundidad tanto a las tramas cinematográficas como literarias.
No solo nos gusta contar historias, sino también vivirlas.
Como las que contaban los abuelos, o la de esa gran novela que leíste; vivirlas es imaginarlas, sentirlas.
Porque contar buenas historias en cualquier medio creativo o corporativo es un arte que nos apasiona, te damos la bienvenida.
Comentarios