No importa lo inquietante que haya sido el arranque de una historia o lo efectiva que haya sido en crear tensión y suspense: si el final es insatisfactorio para la audiencia, la historia no funcionará.
En este blog ya hemos hablado de algunas técnicas para realizar cierres efectivos, pero es importante recordar que el cierre debe tener una relación clara con el resto de la historia. No por cerrar con una cita célebre o un llamado a la acción estamos automáticamente evitando que nuestro cierre sea confuso, frustrante, condescendiente o manipulativo.
Un Final Merecido
Según nos indica The Moth en su guía ¨Cómo Contar una Historia¨, un buen final nos hace sentir el poder de la historia y le da perspectiva. En este sentido, la historia es como una maratón en la que el carrerista va encontrando desafíos en el camino, y la conclusión, o la llega a la meta, es un reflejo de la superación de todos esos desafíos.
Así, los finales más satisfactorios encajan con la trama de la historia. Esto no quiere decir que los finales no puedan ser sorprendentes, pero sí que deben dar sentido a la narrativa que hemos construido.
En la historia de Ari Handel ¨No te enamores de tu mono¨, vemos cómo el final tiene una relación directa con el arranque de la historia:
¨No te enamores de tu mono¨, me avisó mi asesor, pero no lo escuché. Hay cosas que uno tiene que aprender por sí mismo.
Con este original punto de partida, Ari nos explica cómo su asesor académico le recomendó no conectar emocionalmente con Santiago, su mono de laboratorio. El final de la historia es sorprendente pero no, por ello, fuera de contexto:
¨Escribí una tesis, una tesis de 364 páginas llena de datos y gráficas, Pero la página con más significado para mí es la primera, que simplemente dice: ¨Dedicado a la memoria de Santiago¨.
Sin conocer la parte central de la historia, nos imaginamos cómo la trama describe escenas o situaciones en las que Ari resiste los encantos de Santiago, si bien al final caerá rendido ante su inteligencia, destreza o cariño. El final de la historia es memorable porque es irónico y tiene una relación directa, si bien opuesta, a la premisa del arranque.
Registra el Cambio
Así, el final de muchas historias deja constancia del cambio experimentado por los protagonistas desde el inicio. Puedes hacerlo de una manera sugerida, o más concreta, para especificar el cambio realizado.
Por ejemplo, David Lepelstat concluye su historia ¨Déjalo ir¨ reflexionando sobre el cambio que vivió:
¨Pasé de ser alguien que no podía ni siquiera admitir que estaba enamorado a pedir a una chica a que saliera conmigo al baile del colegio, con mi ukelele, a dar mi primer beso, y más importante que eso, a establecer una conexión realmente especial con alguien que me gustaba. Pensé una y otra vez: lo logré.¨
Como un gimnasta brillante que se clava en el suelo tras realizar una acrobacia, el cierre debe ser rotundo, y dejar a la audiencia inspirada, emocionada y satisfecha. Usa la última línea para dejar patente un cambio, dar sentido a la historia con una reflexión, o reflejar un logro o aprendizaje.
Si has contado una historia sobre cómo tu ultima relación hizo aguas, no cierres con una frase genérica y que pueda ser demasiado evidente, como ¨esta ha sido la historia de una ruptura¨. Conectarás emocionalmente con tu audiencia si el cierre es una reflexión más personal, detallada y con un aprendizaje que le da un giro positivo. Un cierre más efectivo sería éste:
¨Me hirió tanto que, tras la ruptura, no podía levantarme de la cama. Pero me enseñó que era posible volver a amar¨.
Imperfectos, Como la Vida Misma
Los mejores finales no son siempre perfectos, como lo eran los cuentos de nuestra niñez que terminaban con ¨y fueron felices y comieron perdices¨. Deben intentar responder a las preguntas que has levantado a lo largo de la historia, pero no por eso deben ser finales redondos, o con moraleja.
Recuerdo el dilema al que me enfrenté cuano escribí una historia titlulada “Alfileres de Colores” sobre un hombre que ve a una mujer fascinante al final de la barra de un bar, y que le evoca pensamientos sobre otras mujeres que ha conocido a lo largo de su vida. la historia arranca así:
«Eran las cinco de la tarde de un verano especialmente pegajoso. Él la observaba desde el otro extremo de la barra; reparó en ella cuando se quitó los zapatos de tacón alto de dos enérgicas patadas y se sentó sola, en ese bar anodino, reposando sus pies desnudos sobre las varillas de acero de la banqueta.»
Según avanzaba en el desarrollo de la historia, pensé en cerrarla con un final bastante idealizado: el hombre se enamoraría de esa mujer, como si el resto de las mujeres de su vida le hubieran conducido hasta conocer a la mujer de su vida. Pero me pareció un final previsible y poco satisfactorio para mi audiencia.
Conversé sobre mis dudas con mi profesor de narrativa y me sugirió darle un final inesperado pero que aún cuajara con la historia. ¿Y si esta mujer, en vez de ser real, fuera un fantasma que lo persigue, y que ensombrece todo lo que le enseñaron otras mujeres? Mi historia termina así:
Ante el horror de él, ella desplomó su peso sobre la barra, envuelta en un baño de sangre. Una sangre de color púrpura como la de aquella pelirroja que, a orillas del Guadalquivir, resbaló sobre una piedra y se abrió la cabeza de un golpe seco, con el crujido de una nuez. Tan solo unos minutos antes, los dos habían hecho el amor bajo las estrellas.
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