En la ducha, en la playa, o en medio de un atasco. En un momento anodino, cuando menos te lo esperas, surge esa idea fantástica que puede revestir de originalidad tu próxima presentación o urdir la trama de tu primera novela. Nace de manera espontánea y, tras iluminar literalmente cada rincón de tu cerebro, pareciera querer eludirte y escaparse como una mariposa, si no tienes reflejos suficientes de atraparla en la red de un papel o de una conversación. No es hasta que construimos una narrativa a ese pensamiento tan maravilloso como esquivo que nuestra historia llega a materializarse.
La exploración de cómo nacen las buenas historias ocupó muchos de los trabajos de Ursula K. Le Guin, una escritora estadounidense más conocida en el mundo literario por sus novelas de ciencia ficción. Pero Le Guin, quien nos dejó el pasado mes de enero a los 88 años, también escribió numerosos ensayos sobre el arte de contar historias, en los que demostró su vocación académica y visión profundamente humanista.
En el ensayo ¿De dónde salen tus ideas?, publicado en 1989 en la antología Dancing at the Edge of the World: Thoughts on Words, Women, Places, Le Guin destruye el mito de que las historias nacen de ideas que, a su vez, se originan por generación espontánea. Así lo expresa en sus propias palabras:
Diría que, como regla general, aunque un evento externo pueda desencadenarlo, este estado de percepción o fase de inicio de la historia no proviene de ningún lugar fuera de la mente al que se pueda apuntar; surge en la mente, a partir de contenidos psíquicos que han dejado de estar disponibles para la mente consciente, la experiencia interna o externa que, según la encantadora frase de Gary Snyder, ha sido compostada. No creo que un escritor «obtenga» (tenga en la cabeza) una «idea» (algún tipo de objeto mental) «de» alguna parte, y luego lo convierta en palabras y las escriba en papel. Al menos en mi experiencia, no funciona de esa manera. El material tiene que transformarse en uno mismo, tiene que ser compostado, antes de que pueda crecer una historia.
Ese proceso de compostaje, por el que una idea madura hasta transformarse en una historia, requiere de la unión de cinco elementos en el análisis de Le Guin:
1. Los patrones del lenguaje: los sonidos de las palabras.
2. Los patrones de sintaxis y gramática; la forma en que las palabras y las oraciones se conectan entre sí; las formas en que sus conexiones se interconectan para formar las unidades más grandes (párrafos, secciones, capítulos); de ahí el movimiento de la historia, su ritmo, marcha y forma en el tiempo.
3. Los patrones de las imágenes: lo que las palabras nos hacen o nos dejan ver con el ojo de la mente o el sentido imaginativo.
4. Los patrones de las ideas: lo que las palabras y la narración de los hechos nos hacen comprender, o usan nuestra comprensión.
5. Los patrones de los sentimientos: lo que las palabras y la narración, al usar todos los medios anteriores, nos hacen experimentar emocional o espiritualmente, en áreas de nuestro ser que no son directamente accesibles o expresables en palabras.
Como los distintos instrumentos de una orquesta tienen que tocar juntos y en sintonía para producir una bella sinfonía, todos los elementos de una historia (las palabras, la sintaxis, las imágenes, las ideas, y los sentimientos) tienen que funcionar al unísono para componer una buena historia.
El inicio del trabajo, ese escenario misterioso, es tal vez su unión: cuando en la mente del autor un sentimiento comienza a conectarse con una imagen que lo expresará, y esa imagen lleva a una idea, hasta ahora a medio formar, que comienza a encontrar palabras por sí mismo, y las palabras llevan a otras palabras que crean nuevas imágenes, tal vez de personas, personajes de una historia, que están haciendo cosas que expresan los sentimientos subyacentes y las ideas que ahora están resonando entre sí.
No hay mayor torpeza para Le Guin que, aún teniendo ideas brillantes y fuertes sentimientos, el contador de historias no cuente con las imágenes para encarnarlas, ni con el lenguaje necesario para expresarlas. La lectura y la práctica de la escritura son, al final, mucho más valiosas que la más brillante de las ideas.
El novelista y poeta Boris Pasternak dijo que la poesía se hace de «la relación entre los sonidos y los significados de las palabras.» Creo que la prosa se hace de la misma manera, si permite que los «sonidos» incluyan la sintaxis y los grandes movimientos, conexiones y formas de la narrativa. Hay una relación, una reciprocidad, entre las palabras y las imágenes, ideas y emociones evocadas por esas palabras: cuanto más fuerte es esa relación, más fuerte es la historia. Creer que puedes lograr un significado o sentimiento sin patrones coherentes e integrados de los sonidos, los ritmos, las estructuras de las oraciones, y las imágenes, es como creer que puedes ir a caminar sin huesos.
2 Comentarios
Quiero aprender.
Interesante