Creía que se trataba de una mala racha, pero me temo que ya es oficial. Si The Buggles relanzaran hoy su éxito de los 80 (¿te acuerdas de aquel pegajoso Video Killed the Radio Star?), el vídeo ya no mataría a la estrella de radio, sino a la estrella de cine, tal es la hegemonía de la televisión sobre el cine en 2014.
Basta ver la lista de nominados a los Emmy de este año para comprobar que la televisión reina sobre Hollywood. Entre las series nominadas, se encuentran sospechosas habituales como Juego de Tronos o Downton Abbey, pero tal vez sean las nuevas de la lista – Orange is the New Black y True Detective con 12 nominaciones cada una – la prueba irrefutable de que, un año más, se producen excepcionales comedias y dramas para la pequeña pantalla. Los datos de audiencia así lo corroboran: en Estados Unidos, el número de hogares con al menos una televisión sigue creciendo (unos 116 millones en 2014), y el consumo de programación de televisión a la carta (on-demand), esa televisión que vemos cuando queremos y no cuando la programan los canales, registró un aumento del 17% en 2013.
Mientras tanto, en los cines de Estados Unidos, las ventas de taquilla en la temporada de verano han descendido un 20% respecto al año anterior, y el número de películas que ha sobrepasado los 100 millones de dólares en su fin de semana de estreno – los anticipados blockbusters – son apenas 10, frente a los 19 del año pasado (si bien no ha terminado la temporada, los estrenos más esperados como El Amanecer del Planeta de los Simios o Al Filo del Mañana han obtenido resultados más bien modestos).
¿Qué está pasando entonces? ¿Es que ahora ya no se produce buen cine o simplemente la programación de televisión es de mejor calidad? Si bien es cierto que cada vez son más los guionistas, directores y actores que se ven seducidos por la televisión (la última gran actriz en pasarse a las series este otoño será Viola Davis en How To Get Away with Murder de la cadena ABC), encuestas recientes apuntan a que la oferta cinematográfica sigue siendo también del gusto de la audiencia. La explicación de estas tendencias radica en otros factores:
1. La oferta de programación televisiva sigue creciendo. Además de las grandes cadenas de televisión nacionales y por cable, la aparición de servicios de televisión por Internet como Hulu o Netflix están ampliando el abanico de ofertas con producción original de calidad. Este año, por ejemplo, Netflix cuenta con 31 candidaturas a los Emmy, con series estrella como House of Cards, ocupando ya el séptimo puesto entre los canales con mayor número de nominaciones.
2. De la butaca al sillón: cambios en los hábitos de consumo. No solo la oferta crece, sino que además ahora podemos ver la programación de televisión que queremos, cuando queremos, y desde una gran variedad de dispositivos móviles y estáticos. Ni siquiera tenemos que esperar a la entrega de series por capítulos; cada vez son más las series que estrenan temporadas completas: doce o trece capítulos disponibles a la vez que incitan al atracón televisivo (los estadounidense ya tienen término para este nuevo fenómeno: binge watching). Con oferta, calidad y comodidad, no es de extrañar que gastar 10 dólares para ver una película en una sala repleta de extraños pueda perder su aliciente.
3. El cine vive un año de transición en 2014. Según señala Rentrak, una compañía que mide niveles de audiencia en cine y TV, las pérdidas en taquilla este año se deben principalmente a la ausencia de grandes producciones con probado tirón de audiencia. Esta compañía predice que en 2015 se batirán todos los récords de taquilla, con estrenos de franquicias establecidas como Los Vengadores, Mundo Jurásico, Mad Max, James Bond y La Guerra de las Galaxias. Son estas producciones, como secuelas o precuelas, las que arrastran a las masas.
¿Será realmente el duelo entre el cine y la televisión más igualado el año que viene? Tan solo el tiempo lo dirá. Yo, mientras tanto, vuelvo a mi atracón de capítulos de Last Tango in Halifax, una serie de la BBC que me tiene enganchadísimo. Por video-on-demand, ¡claro!
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