“Al cabo de tantos años de vivir … aunque siento que no he vivido nunca, que he sido vivido por el tiempo, ese tiempo desdeñoso e implacable que jamás se ha detenido, que jamás me ha hecho una seña, que siempre me ha ignorado”
Siempre me han dado mucha envidia sana los escritores prolíficos, y más aún aquellos como Octavio Paz, que igual podía escribir ensayos trascendentales sobre la identidad mexicana como El Laberinto de la Soledad que publicaba revistas llenas de filosofía y crítica literaria como Plural (1971-1976) y Vuelta (1976-1998).
Pero tal vez sea su vocación transgresora y su afán de reinventar las formas tradicionales de hacer literatura lo que más admiro. En la era de las comunicaciones digitales, nuestros buzones y redes sociales están inundados de infografías, pero en 1968, Paz fue todo un agitador del pensamiento cuando publicó sus seis poemas visuales, o “topoemas”, en la Revista de la Universidad de México.
Con el anhelo de escaparse del tiempo, la poesía de Paz se libera de los confines tradicionales del discurso y se adueña del espacio, de tal forma que importa tanto lo que dicen sus versos como el lugar que ocupan sobre el papel. Es una poesía surrealista, que compaginaría a lo largo de su vida con una poesía tradicional de gran lirismo y belleza.
Parábola del movimiento
Nagarjuna
Este año, en el centenario del nacimiento de Octavio Paz, se han reeditado muchas de sus poesías en México, como Más Allá del Amor, una meditación en la que autor pretender escaparse una vez más de las fauces del tiempo para disfrutar del amor pleno junto a su amada, como en un universo paralelo.
“Todo nos amenaza:
el tiempo, que en vivientes fragmentos divide
al que fui
del que seré,
como el machete a la culebra;
la conciencia, la transparencia traspasada,
la mirada ciega de mirarse mirar;
las palabras, guantes grises, polvo mental sobre la yerba,
el agua, la piel;
nuestros nombres, que entre tú y yo se levantan,
murallas de vacío que ninguna trompeta derrumba.Ni el sueño y su pueblo de imágenes rotas,
ni el delirio y su espuma profética,
ni el amor con sus dientes y uñas nos bastan.
Más allá de nosotros,
en las fronteras del ser y el estar,
una vida más vida nos reclama.”
Octavio Paz nos dejó en 1998, cerrando el telón de una intensa vida marcada por los libros, sus largas estancias en París y la India, y dos matrimonios. Pero como él mismo vaticinó en Hermandad, su obsesión por huir del tiempo descansa ahora sobre el legado de una obra tan actual como imprescindible.
“Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo
también soy escritura
y en ese mismo instante
alguien me deletrea.”
3 Comentarios
Wonderful!! More more!!!
Very Nice!
Me encantaron los topoemas! Que bueno revivir este trabajo de Octavio Paz.